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Catástrofe poética

Poesía
Cant. Páginas Tamaño Tipo Papel Encuadernación
220 21x14 Bookcel 80 grs.
Resumen

Me pregunto, mientras empiezo a leer los primeros poemas de Catástrofe poética, qué puede tener de catastrófico lo poético. ¿Qué efectos tiene una catástrofe? Destrucción irremediable, daño consumado, caos, desquicio, ruptura, traición… Pero, en este caso, no se trata de la “catástrofe” a secas. La adjetivación que la define (“poética”) la (nos) rescata del abismo. Lo poético se abre como un camino que salva de la caída o de la pérdida: todo promete, desde el principio, algún sentido. Y es entonces que la catástrofe así nombrada se resignifica y pasa de ser devastación a ser búsqueda, interpelación, descubrimiento… conjura de lo que se intuye, de lo que arde adentro. “Escribo para no morir en el intento”, escribe quien escribe, y parece ser así porque mientras escribe le es posible aferrarse con las palabras a todo lo que importa, lo que llena, lo que desea y hace propio al nombrarlo… Escribir es sostenerse en esa búsqueda de lo que se sabe verdadero o necesario, de lo que no se negocia porque es vital. La palabra poética se hace así puente: quien lee se encuentra, inevitablemente, en ese mismo revés de lo que quien escribe implora como un grito que se oye a sí mismo en la soledad en la que se alza. Somos, quien escribe y quien lee, el mismo grito, la misma soledad, los mismos brazos implorantes… Del otro lado está la caricia de quien nos quiere bien, el recuerdo de la niñez, el amor de mamá, la presencia de alguien que nos escucha y nos entiende, nuestras propias verdades. La palabra se hace una tendida hacia todo eso que importa y que necesitamos cerca para confirmar que existimos. Si callar a veces es defenderse, como dice ella, hoy escribir es rebelarse... como feroz y preciosa estrategia para resistir.

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