Malena cayó al suelo, rendida y harta. Pero no estaba hecha pedazos, ya no. Las partes que la componen estaban, por fin, juntas. Se habían vuelto a pegar mágicamente. Buscó amparo en su antebrazo. Por la venda blanca se traspasaba, en rojo, el mensaje. Ahora sí lo sabía. No estaba equivocada ni delirante. La sangre habla. El mensaje es claro: LA CARNE ES LO ÚNICO DE LO QUE NO SE PUEDE ESCAPAR.
El terror de antaño convive en estas hojas con un lenguaje coloquial y moderno.
Situada en barrios, en bares, en plazas y en habitaciones, lo macabro dialoga con el erotismo y los hastíos del mundo de las responsabilidades obligadas. En un universo que es el nuestro, el mismo, donde los horrores sobran.